Pensaba que lo del “blanqueo de capitales” estaba relacionado con, eso, limpiar, lavar el dinero sucio proveniente de actividades ilegales, para convertirlo en impoluto, legal. Pero no es exactamente así. Su origen es concreto, localizado, ubicándose en la década de los veinte y treinta del siglo pasado, en el marco de la "Ley seca", caldo de cultivo de mercado y dinero negro a raudales, donde capos como Al Capone o Lucky Luciano hacían florecer los beneficios de sus negocios ilegales, vía actividades empresariales que podían generar bastante cash con dificultad de saber su procedencia, dentro del sector servicios, como podían ser las cafeterías, los restaurantes, las peluquerías… o el caso de las lavanderías, negocio con pocos costes, posibilidad de teóricos grandes márgenes y complejidad a la hora de la detección de la fraudulenta afluencia de ingresos, a través de imaginarios clientes y sus hipotéticos menudeos de compras.
Dicen que "la avaricia rompió el saco", en este caso, saco ilícito. Cuentan que tanto dinero llevaban al banco, que algunos de estos mafiosos se olvidaron de algo tan trascendental como es el pago de impuestos al Pedro Solbes de turno. El caso de Al Capone es paradigmático y hoy considerado sumario “de libro”, ya que al abrigo de un nuevo ordenamiento jurídico conformado en la segunda mitad de la década de los años veinte, el gobierno estadounidense pudo acosar a esta mafia por el delito de evasión de impuestos. Al Capone fue cercado por Eliot Ness y sus "Intocables" y finalmente cazado por evasión fiscal. Así que el origen del término blanqueo de dinero (lavado de dinero en Hispanoamérica), viene de las lavanderías con las que los mafiosos transformaban el dinero ilícito en lícito, vía afloramiento de ganancias a través del supuesto menudeo de compras por parte de la ficticia clientela y, luego, se supone, pagando los preceptivos impuestos, salvo Al Capone, al que, por lo visto, se le olvidó (Imagen incorporada posteriormente; fuente: pixabay).